lunes, 18 de diciembre de 2006

El impacto de Chomsky en la Linguística



Raymundo Casas Navarro
(DA Lingüística, UNMSM)


En este artículo, intentaremos dar cuenta del gravitante significado del enfoque chomskiano en la conformación de la lingüística como disciplina científica. Se puede sostener que la contribución chomskiana debe valorarse por lo que ha dado a la ciencia del lenguaje, pero también debe ponderarse por el derrotero que nos señala para avanzar más en nuestra disciplina.
Con esta aproximación, no pretendemos omitir la importancia de Chomsky en la filosofía contemporánea ni en la ciencia cognitiva en general; simplemente nos trazamos una meta específica que puede llevarse a cabo en el espacio de que disponemos.
Nuestro trabajo se divide en cuatro secciones. La primera describe, en sus grandes líneas, la crisis del denominado estructuralismo norteamericano prechomskiano. La segunda es una incisión en los encuentros y desencuentros entre uno de los líderes del descriptivismo norteamericano, Zellig Harris, y Noam Chomsky. La tercera es una argumentación a favor del acaecimiento de una revolución chomskiana en la lingüística. La cuarta intenta hacer una dilucidación del enfoque biolingüístico como una empresa que marcará el futuro de las indagaciones lingüísticas.

1. La crisis del estructuralismo norteamericano
El término ‘estructuralismo’ no es unívoco y, en consecuencia, se puede prestar a muchas confusiones. En muchas mentes, está asociado a la figura epónima de Ferdinand de Saussure, pero en la historia de la lingüística norteamericana se vincula con una propuesta diferente: el trabajo de Leonard Bloomfield (1933) que marcó una verdadera era en la investigación lingüística (Fischer 2003: 211). La era bloomfieldiana se distinguió por métodos rigurosos que sustentaban análisis objetivos y formales. En el breve, pero notable, estudio de Bierwisch, la lingüística norteamericana es denominada apropiadamente estructuralismo antimentalista (Bierwisch 1971: 39).
Dado que Bloomfield se adhería al conductismo radical, su enfoque era antimentalista, en los rigurosos términos planteados por Watson (1925). Como un corolario de este enfoque, se postulaba que la investigación lingüística debía hacerse con prescindencia del significado porque, como decía el mismo Bloomfield, con el ruido era suficiente (Bloomfield 1936).
El estructuralismo norteamericano se asentó sobre asunciones capitales como las siguientes: El análisis lingüístico debía anclarse en un corpus. La investigación lingüística debía regirse por procedimientos de descubrimiento (de índole inductiva). El nivel de la sintaxis era autónomo y el análisis lingüístico no podía mezclar niveles. La variación lingüística era ilimitada, razón por la cual las diferencias entre las lenguas no se podían reducir a unos patrones básicos.
Los logros de esta corriente de la lingüística se pueden entender con ayuda del enfoque kuhniano sobre el desarrollo de la ciencia, ya que los lingüistas estructuralistas resolvieron una serie de problemas de descripción fonológica y morfológica sobre la base de modelos de solución estandarizados. Si esto es así, podríamos hablar de la debacle del estructuralismo antimentalista en términos de crisis del paradigma (Kuhn 1970).
La crisis se puede notar en aspectos como los siguientes:
a) El programa estructuralista era llegar hasta el nivel de la sintaxis a partir de la fonología o análisis fonémico, pero casi nunca los lingüistas de esta corriente hicieron análisis sintácticos. Al quedarse en la morfología, no mostraban señales objetivas de progreso científico, lo que podía verse como una bancarrota científica.
b) La filosofía de la ciencia en la que se basaba el estructuralismo, el empirismo o positivismo lógico, se comenzó a desmoronar. Así, se vio con nitidez que el objetivo de la ciencia era la explicación, y no la mera descripción. Como el estructuralismo antimentalista había puesto de relieve la descripción (por ello, también se denomina enfoque descriptivista o taxonómico), sus credenciales científicas se pusieron en tela de juicio.
c) Los conductistas radicales habían expulsado a la mente por la puerta grande, pero los neoconductistas la readmitieron por la ventana. Del mismo modo, los lingüistas antimentalistas lanzaron su anatema contra el significado, pero lo readmitieron para dar cuenta de casos de ambigüedad estructural (lo que se ve, por ejemplo, en el tardío tour de force de Wallace Chafe 1970).
d) En el análisis de los rasgos suprasegmentales, como los fenómenos de juntura, los descriptivistas cayeron en incoherencias, puesto que se veían obligados a mezclar niveles, lo que contradecía sus postulados metodológicos. La idea era ir del fonema al morfema, razón por la cual estaba vedado emplear información morfológica en los análisis de nivel fonológico. Asimismo, los diversos modelos descriptivistas (como el análisis lineal de los constituyentes inmediatos) no podían dar cuenta de morfemas discontinuos (como el inglés be … ing o el francés ne … pas).
En el enfoque kuhniano, una ciencia normal se define por la hegemonía de un paradigma que es utilizado para la resolución de problemas. En esto consiste el éxito del paradigma porque la ciencia normal es fundamentalmente una actividad de resolución de problemas. Se puede tolerar que haya problemas no resueltos, pero cuando éstos se vuelven recalcitrantes la estructura monolítica del paradigma puede resquebrajarse o simplemente hacerse añicos. Ello ocurre cuando se plantean varias versiones del paradigma porque en esta proliferación se puede ver «un síntoma muy usual de crisis» (Kuhn 1970: 119).

2. Zellig Harris y Noam Chomsky
Cuando Noam Chomsky tenía 18 años conoció a uno de los líderes del descriptivismo norteamericano: Zellig Harris. La relación discipular comenzó cuando el joven fue encargado de corregir las pruebas de Harris (1951). Gracias a esa tarea, aprendió los secretos del análisis estructural y se decidió a estudiar lingüística. Se puede decir también que al tratar de aplicar las ideas de Harris, nuestro héroe fue el primero en percatarse de que algo andaba muy mal con la teoría dominante en el escenario norteamericano. Por ello, Newmeyer dice que la revolución chomskiana «de la lingüística fue, en gran medida, una revolución desde dentro» (1982: 57).
Con toda seguridad, la mente lógica de Chomsky fue seducida con los elegantes análisis del maestro estructuralista. En efecto, Harris mostraba con claridad que en la sintaxis había un criterio de jerarquía y que los modelos matemáticos eran muy útiles en el análisis lingüístico. Asimismo, proponía el cedazo de la simplicidad para dirimir entre sistemas formales equivalentes. Sin embargo, había desacuerdos profundos, lo que puede explicar el desdén con que recibió Harris las primeras aproximaciones del enfoque chomskiano.
La idea principal de Harris era que la estructura de la lengua consistía en una combinación de elementos no equiprobables. Ello era así porque la esencia de una lengua radicaba en restricciones de coaparición. Una cadena lingüística era, pues, el resultado de restricciones absolutas o distribucionales (que se definían en términos del cálculo de probabilidades).
Podemos resumir las principales diferencias entre ambos enfoques:
a) Mientras que Zellig Harris establecía con rigor los procedimientos de descubrimiento, Chomsky prefería hablar de procedimientos de evaluación (lo que, más tarde, desembocaría en el enfoque de principios y parámetros).
b) Mientras que Harris era anticognitivista, Chomsky defendía el mentalismo en la lingüística (como reza el título de un excelente artículo de Katz 1964). Para Harris el modelo gramatical no tenía por qué representar el proceso de adquisición de una lengua y, en realidad, creer en ello, a su juicio, era caer en el error del psicologismo. Un corolario de esta posición era considerar que la lingüística era una ciencia autónoma, lo que iba en contra del criterio chomskiano de una concepción unificada de lingüística, psicología y filosofía.
c) Aunque Harris empleó transformaciones, su noción es muy distinta del concepto chomskiano. Para Harris, la transformación es simplemente una operación de equivalencia entre dos estructuras superficiales (como pasa en lógica con las proposiciones ‘Algunos héroes son griegos’ y ‘Algunos griegos son héroes’). En efecto, Harris utiliza la operación de transformación para dar cuenta de la relación entre una oración activa y una oración pasiva. En cambio, el análisis transformacional chomskiano conduce a postular un nivel subyacente.
d) Mientras que la lingüística de Harris se orientaba al estudio del denominado lenguaje-E (un objeto externo al hablante como un corpus de enunciados), el nuevo enfoque chomskiano es un estudio del lenguaje-I (un estado biológicamente determinado inscrito en el cerebro del hablante). Además, en las reflexiones chomskianas quedaba claro que una indagación en el lenguaje-E era un camino desbocado, habida cuenta su carácter heteróclito o abigarrado.


3. La revolución chomskiana
Chomsky se graduó en Pennsylvania (en 1951) con un trabajo sobre morfofonología del hebreo. De 1951 a 1955 estudió en Harvard, ya convencido de que la lingüística taxonómica era esencialmente errónea. Su nuevo enfoque fue desarrollado en un estudio monumental intitulado La estructura lógica de la teoría lingüística (1955), pero era una prédica en el desierto: la lingüística descriptivista agonizaba, pero muy pocos se daban cuenta de ello.
Habiendo obtenido su doctorado con un capítulo de su obra magna, Chomsky no había logrado insertarse en el seno de la comunidad científica. Un artículo suyo fue rechazado por una revista especializada en temas lingüísticos y no encontraba editorial que quisiera publicar su trabajo de 1955. Con todo, gracias al acicate de Morris Halle, decidió redactar una versión muy condensada de sus ideas con el título de Estructuras sintácticas (1957), obra que fue publicada por una editorial marginal (Mouton de La Haya). Y allí empezó todo… o casi.
El libro causó una fuerte conmoción en el ámbito estadounidense gracias a una reseña laudatoria (pero no hiperbólica) que apareció en la prestigiosa revista Language. El autor de la reseña, Robert B. Lees, sostenía sin ambages que Estructuras sintácticas significaba un nuevo rumbo en la lingüística, lo que iba a ser corroborado en los congresos y conferencias a las que fue invitado su autor. En especial, las historias de la lingüística mencionan un congreso celebrado en Texas en 1958, en el cual un joven lingüista de treinta años enfrenta a los principales lingüistas taxonómicos y les demuestra con sólidos argumentos que los análisis taxonómicos son profundamente erróneos. Por su espíritu polémico y la fuerza de sus demostraciones, Chomsky es conocido como un verdadero enfant terrible, deseoso de poner el epitafio definitivo al enfoque taxonómico con el fin de inaugurar un nuevo camino. Carlos-Peregrín Otero (1970: 7) cuenta un testimonio revelador de 1965: un catedrático de la Universidad de California se refiere al niño maravilla de la lingüística como alguien que sólo «tiene 37 años, da la impresión de que tiene 27 y se comporta como si tuviera 17».
Dado que Chomsky inscribía la lingüística en el campo de la psicología, se enfrentó con el enfoque conductista desarrollado en Skinner (1957) y lo sometió a una demoledora crítica que apareció en la forma de una extensa reseña publicada en 1959 por la revista Language (versión castellana en Chomsky 1977). En resumen, el fuerte análisis chomskiano concluye que la posición conductista es una burda imitación de ciencia ya que ni siquiera tiene valor descriptivo. Este espíritu polémico es muy característico de los científicos que buscan un cambio de marcha, una auténtica revolución en su campo epistémico. Lo que la reseña dejó en claro era que, a diferencia de Zellig Harris, Chomsky era un cognitivista en el sentido de que asumía la teoría lingüística como un modelo de un aspecto de la mente-cerebro.
¿Qué de nuevo hay en la teoría denominada gramática generativo transformacional? Como dice correctamente Fischer (2003: 215), se da una brecha en la tradición de la lingüística, dado que desarrolla una auténtica teoría de la sintaxis, la gran deuda del estructuralismo norteamericano. Desde el punto de vista teórico, la gramática generativa es una gramática explícita (una asunción central que no ha variado nunca como se señala en Chomsky 1999: 23). Tal como se presenta en Chomsky (1965), la gramática consta de tres componentes: la sintaxis, la semántica y la fonología. Sólo el primero es generativo, los otros son considerados interpretativos. El componente sintáctico, a su vez, consta de dos subcomponentes: el subcomponente de base y el subcomponente transformacional. El subcomponente de base especifica la estructura profunda de las oraciones. El objetivo del subcomponente transformacional es relacionar el nivel de la estructura profunda con el nivel de la estructura superficial. Con esta nueva teoría, se resolvían elegantemente muchos de los rompecabezas de la lingüística taxonómica (los morfemas superficialmente discontinuos, el fenómeno de la ambigüedad estructural), pero lo más importante es que planteaba problemas más sustanciales e inauguraba un horizonte muy interesante como perspectiva científica: la teoría lingüística entendida como un estudio de la mente. Este enfoque iba a inaugurar una nueva era en la ciencia del lenguaje con profundas implicaciones en el campo filosófico, como fue visto tempranamente por Jerrold Katz (1975).
Hay señales externas de la revolución chomskiana como la expansión del campo descrito en Newmeyer (1982: 83-92), pero ahora vamos a abordar el tema desde una perspectiva internalista.
Si, como quedó ilustrado en el punto 1 de este artículo, el estructuralismo descriptivista se encontraba en una crisis de paradigma, ese estado era el caldo de cultivo para la emergencia de una revolución científica. En términos de Kuhn (1970), una revolución se define como la eclosión de un nuevo paradigma que instaura una nueva ciencia normal. Aunque creemos que el enfoque kuhniano podría aplicarse sin problemas al estudio de la génesis de la revolución chomskiana, Piatelli-Palmarini (1983) ha dado en el clavo cuando aplicó la teoría de Lakatos (1983) con el fin de entender la revolución chomskiana.
De acuerdo con Lakatos, un programa de investigación es revolucionario cuando supera racionalmente a otro programa. En la terminología de Lakatos, un programa se define por la defensa de un hard core, el núcleo duro de asunciones fundamentales que son consideradas irrefutables, desde el punto de vista metodológico. Este núcleo es acorazado por un protective belt, un cinturón protector de hipótesis auxiliares que sí se someten a la posible refutación. El hard core del programa chomskiano es la asunción de que las estructuras lingüísticas son endógenas (lo que después se va a aclarar con el modelo del órgano mental en Chomsky 1983: 47) y que la sintaxis es un sistema computacional del lenguaje. Este núcleo ha permanecido invariable a través de los diversos enfoques de la lingüística chomskiana, razón por la cual se puede decir que se trata de un programa fundamentalmente progresivo, en términos de Lakatos (1983). Es más, se puede decir que la secuencia de teorías o enfoques de la gramática generativa tiene un sentido: tratar de fortalecer el hard core con propuestas teóricamente sólidas y empíricamente fructíferas.
Así, la teoría estándar (Chomsky 1965), la teoría estándar extendida (Chomsky et alii 1979), el modelo de principios y parámetros (Chomsky 1981, 1988, 1989, 1990), el programa minimista (Chomsky 1999, 2002) son enfoques que han tratado de depurar el hard core del programa; razón por la cual nos parece que la interpretación de un cambio sustancial (Lorenzo 2001) no es una propuesta feliz. Los modelos iniciales eran muy barrocos y por ello se redujo considerablemente el poder transformatorio. Dado que los nuevos desarrollos hicieron más abstracto el nivel de la estructura superficial (con la introducción de huellas, por ejemplo), hubo un cambio en la denominación y se habló de la estructura-s (y, después, este nivel ha sido abandonado en las últimas versiones). El programa minimista es un avance importante en la línea del hard core porque plantea la pregunta de si se pueden hallar las especificaciones mínimas de diseño del lenguaje (Chomsky 2002: 24). La drástica reducción de la sintaxis se entiende como una manera de reducir la carga computacional y este ahorro se convierte en un modelo adecuado de la mente.
Concluiremos esta sección con una explicitación de las razones por las que se puede hablar de una revolución chomskiana en la lingüística, lo que además nos servirá para ilustrar el impacto de Chomsky en nuestra ciencia:
a) Gracias a Chomsky, la lingüística adquiere madurez científica, dado que se pone de relieve que una teoría científica es un sistema hipotético deductivo. El nivel de formalización al que ha llegado la gramática generativa es un aspecto saludable que equipara a nuestra ciencia con los más avanzados capítulos de la ciencia natural. De ese modo, se logra satisfacer criterios metateóricos fundamentales como la corrección sintáctica, la exactitud lingüística y se avanza mucho en los niveles de simplicidad (Bunge 1972). Asimismo, se consolida la idealización que es el procedimiento de investigación de la ciencia madura y que en el enfoque chomskiano se ha revelado como algo proficuo (Smith 2001).
b) Debido al desarrollo del enfoque chomskiano, se ha logrado fijar el verdadero objeto de las indagaciones lingüísticas: el lenguaje-I, un estado de la mente-cerebro. Con esta asunción, la ciencia lingüística puede consolidarse en la medida en que se tiene un objeto pasible de investigación científica. De ese modo, la ciencia del lenguaje puede elevarse a la deseable universalidad que es un requisito fundamental de toda ciencia madura.
En resumen, Chomsky produjo una revolución trascendental en la lingüística porque dio inicio a un programa progresivo que superó racionalmente a los enfoques anteriores: Desarrolló el enfoque lingüístico como sistema hipotético deductivo y plasmó el saludable compromiso ontológico del lenguaje-I, una realidad subyacente de enorme valor para la constitución de la lingüística como ciencia.


4. El futuro de la lingüística: las exploraciones biolingüísticas
En una reciente contribución, Félix Quesada (2005) ha explicado correctamente que la biolingüística entraña una visión no dualista y no reduccionista, que puede integrar a la lingüística con las ciencias del cerebro. En ese sentido, creemos que la visión biolingüística chomskiana da pautas para el futuro de nuestra disciplina.
Como señala Chomsky (2006), la biolingüística es una perspectiva que data de hace mucho tiempo y se puede ver en la obra de Lenneberg (1967) una interesante introducción al tema. En las conferencias de Managua (Chomsky 1989: 13), Chomsky plantea una pregunta que puede aclarar la naturaleza de estas exploraciones: ¿Cuáles son los mecanismos físicos que sirven de base a la estructura y al uso del lenguaje-I?
Esta pregunta formula con claridad el tipo de exploración biolingüística que en la llamada década del cerebro (la última del siglo XX) ha adquirido notable protagonismo. Dado que la biolingüística postula que el lenguaje es un objeto biológico (un lenguaje-I, esto es, interno, individual e intensional), en realidad la biolingüística es otro nombre para la gramática generativa (Jenkins 2000)
Aunque estas exploraciones se retrotraen a un pasado no tan reciente, lo que sí es cierto que de ahora en adelante se pueden plantear nuevas reflexiones y se puede hacer avances significativos. En particular, el futuro de la lingüística estará asociado a tomarse en serio la metáfora del órgano del lenguaje y, en consecuencia, la pregunta de Chomsky en las conferencias de Managua cobra especial protagonismo (Anderson y Lightfoot 2002). Asimismo, se tratará de analizar con más prolijidad los aspectos evolutivos del órgano del lenguaje, más allá de una interpretación netamente darwinista (Gould 2002).
Sin embargo, la biolingüística no debe confundirse con una parte de la biología, razón por la cual un enfoque como el de López García (2002) resulta inapropiado. Se trata de profundizar en las indagaciones lingüísticas en términos del programa minimalista. Tal es el derrotero que nos señala la empresa generativa.

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