lunes, 18 de diciembre de 2006

Fonética y Fonología



Jorge Iván Pérez Silva
Pontificia Universidad Católica del Perú


La Fonética y la Fonología son disciplinas de estudio cuyo objeto es el plano sonoro de las lenguas. Aunque ambas están estrechamente relacionadas y se necesitan mutuamente, cada una se ocupa de un aspecto particular del sonido del lenguaje humano, como veremos a continuación.

Como sabemos, el lenguaje es una capacidad de nuestra especie que se realiza históricamente como diferentes sistemas semióticos o de representación que llamamos “lenguas”. Distintos grupos humanos compartimos el conocimiento de diferentes lenguas, como el castellano, el quechua, el harakmbut, etc. La enorme mayoría de lenguas del mundo tienen en común el hecho de que los signos con los que construimos los mensajes se manifiestan como sonidos, si bien existen lenguas, usadas especialmente por las personas sordas, cuyos signos no son audibles sino visuales. Así, pues, la mayoría de usuarios del lenguaje producimos e interpretamos mensajes sonoros, es decir que somos capaces de asociar determinados sonidos a determinados contenidos mentales (ideas, conceptos).

La Fonética y la Fonología estudian los sonidos que se utilizan en el lenguaje. La primera disciplina se divide en tres sub-ramas, cada una con su objeto de estudio. La Fonética Articulatoria se preocupa por el mecanismo anatómico-fisiológico que interviene en la producción del sonido; la Fonética Acústica estudia las características físicas de los sonidos del habla y la Fonética Auditiva, la manera en que son recogidos por el oído y transmitidos al cerebro en forma de impulsos nerviosos. La Fonología, por su parte, estudia la manera en que se organizan los sonidos al interior de las lenguas, tratando de mostrar su papel con respecto al funcionamiento del sistema lingüístico.

El rol particular que cumple el sonido dentro del lenguaje, así como los aspectos que estudian la Fonética y la Fonología, se pueden entender mejor examinando el proceso por el cual un hablante dirige un mensaje verbal oral a un oyente. J. C. Catford, en su libro A Practical Introduction to Phonetics (2ª edición, Oxford, Oxford University Press, 2001), propone que la producción, transmisión y recepción de un mensaje lingüístico involucran las siguientes etapas:

1. Conceptualización de un evento sobre el que se quiere hablar
2. Codificación de lo conceptualizado: estructura léxico-gramatical
3. Programación neurolingüística: plan de impulsos nerviosos a partir de la estructura léxico gramatical
4. Fase neuromuscular: ejecución de impulsos nerviosos motores y contracción de músculos correspondientes
5. Fase orgánica: movimientos y posturas de los órganos
6. Fase aerodinámica: flujo de aire por el tracto vocal
7. Fase acústica: propagación de las ondas sonoras
8. Fase neurorreceptiva: acción de las ondas sonoras en el aparato auditivo y producción de impulsos nerviosos sensoriales
9. Identificación neurolingüística: identificación de señales como secuencia de sonidos del habla
10. Decodificación del mensaje: identificación de la secuencia de sonidos como una estructura léxico-gramatical
11. Conceptualización del evento representado

Para Catford, la conceptualización, codificación y descodificación no forman parte de lo que estudia la Fonética, en la medida en que la primera sería un fenómeno puramente psicológico y las otras dos caerían dentro del estudio propiamente gramatical: la manera en que los conceptos se “vierten” a una estructura lingüística formal. Así, pues, la Fonética estudiaría lo que en las etapas de Catford corresponde a los pasos (3) a (9). Sin embargo, los estudios más usuales de esta disciplina no suelen considerar las fases (3) y (9), que involucran procesamiento nervioso a nivel de la corteza cerebral. Por lo general, la Fonética Articulatoria estudia las fases neuromuscular (4) y orgánica (5) (sobre todo esta última), así como la aerodinámica (6), mientras que de la fase acústica (7) se encarga la Fonética Acústica; por último, la Fonética Auditiva se ocupa de la fase neurorreceptiva (8).

Veamos un ejemplo concreto: imaginemos que alguien nos dice la oración La bola rueda. De acuerdo con el esquema de Catford, debemos suponer que dicha persona concibe una situación en la que una pelota rueda (1) y que selecciona las palabras la, bola, rueda y las ensambla siguiendo una estructura gramatical (2). Luego de esta operación mental, el hablante planifica una secuencia de impulsos nerviosos a partir de la estructura léxico-gramatical (3) y la ejecuta poniendo en movimiento una serie de músculos (4) con el fin de poner en movimiento los órganos que conforman el aparato fonador (5). Estos movimientos crean un flujo de aire (6) que produce vibraciones particulares que viajan en todas las direcciones (7) y son recibidas por nuestro oído, el cual las transforma en impulsos nerviosos que viajan hasta nuestro cerebro (8), donde son identificadas como sonidos del habla (9). Estos sonidos son organizados mentalmente como una estructura léxico-gramatical (10) a la que le asociamos un determinado significado: el de una situación en el que una pelota rueda (11).

La Fonética enfoca su interés en los procesos de producción, transmisión y recepción del sonido pero, como hemos visto, esto es solo una parte del fenómeno examinado. En efecto, el resultado de producir un enunciado es un continuo sonoro en el que físicamente no existen divisiones, es decir que pronunciar la oración La bola rueda da como resultado un solo sonido continuo. Sin embargo, nosotros no escuchamos el enunciado de manera continua; de hecho, reconocemos que está constituido por las palabras la, bola y rueda. Es más, también reconocemos que las palabras están conformadas por diversas unidades sonoras (escuchamos la y no da, bola y no bota, rueda y no rueca). Así, pues, el continuo sonoro es descompuesto en nuestra mente como una secuencia de fonemas [labolarueda] que, a su vez, segmentamos en unidades léxicas como la bola rueda. Esta doble división se hace patente en el hecho de que el mismo continuo sonoro puede segmentarse en la misma secuencia de fonemas pero en una secuencia de palabras distinta: lavó la rueda.

Los fenómenos que acabamos de examinar muestran que los hablantes conocen un inventario de fonemas, cuyas realizaciones concretas son los sonidos del habla, y un inventario de palabras o unidades léxicas, conformadas por secuencias de fonemas. Estos, en la medida en que funcionan como los elementos conformadores de las unidades léxicas, permiten distinguir unas de otras, sea por el número de fonemas (salud – sal), por el orden entre ellos (son – nos) o por los fonemas que componen los signos (cama – cana – caña). Una de las funciones de la Fonología es estudiar la composición del inventario de fonemas de una lengua y determinar sus combinaciones posibles para la conformación de unidades léxicas. Así, por ejemplo, sabemos que en castellano y en inglés existen los fonemas /s/ y /p/, pero que en la primera lengua no puede haber ninguna palabra que comience con ellos mientras que en la segunda sí (spring).


Otra de las funciones de la Fonología es dar cuenta de un fenómeno lingüístico que encontramos en todas las lenguas del mundo: la alofonía, es decir, el hecho de que los fonemas tienen diferentes realizaciones sonoras (o alófonos), o que se realizan como diferentes sonidos del habla, de acuerdo con el contexto fonético donde aparecen. Veamos los siguientes ejemplos:

(1) l[a b]ola rueda – la gra[m b]ola rueda

(2) me[s] – me[se]s – me[h t]ranquilo

(3) i[mp]otente – i[nt]angible – i[Nk]auto

En el ejemplo (1), se ve que el elemento léxico bola se realiza en algunos contextos como [bola] y en otros como [bola]. Análogamente, en (2) el signo mes puede aparecer como [mes] o como [meh]. Por último, en (3) se ve que el sufijo in- puede realizarse como [im], [in] o [iN].

Esto se explica porque además de un inventario de fonemas, una lengua se caracteriza por tener un conjunto de reglas fonológicas o reglas de pronunciación que gobiernan la producción de sus fonemas. Las reglas responsables de la alofonía ilustrada antes podrían caracterizarse de la siguiente manera:

(1’) El fonema /b/ se pronuncia continuo (es decir, se realiza como el sonido [b]) después de una vocal y no continuo ([b]) en los demás contextos.

(2’) El fonema /s/ se pronuncia [h] ante una consonante y [s] en los demás contextos.

(3’) El fonema /n/ se realiza [m] ante [p], [n] ante [t] y [N] ante [k] o, en términos más generales, se realiza en el mismo punto de articulación que la consonante que le sigue.

La Fonología también nos muestra que los fonemas no son las unidades de análisis más pequeñas de los sistemas fonológicos. Su organización última depende de las unidades fundamentales conocidas como “rasgos”, los cuales funcionan como los elementos constitutivos de los fonemas. El cuadro que aparece a continuación ilustra la estructura y relación de algunos fonemas del castellano a partir de un conjunto de rasgos, es decir, de algunas de las órdenes articulatorias que ejecutamos al pronunciar los fonemas:


labial coronal dorsal
oclusivo p b t d k g
nasal m n
no sonoro sonoro

Como se puede ver, un fonema como /p/ se caracteriza por ser oclusivo (pronunciado deteniendo el aire por un momento), labial (articulado con los labios) y no sonoro (sin vibración de las cuerdas vocales), mientras que /b/ es idéntico excepto por ser sonoro (es decir, realizado con vibración de las cuerdas vocales). Por su parte, /m/ comparte con los anteriores fonemas el ser labial y con el fonema /n/ el ser nasal (pronunciado dejando escapar el aire por la cavidad nasal), mientras que este comparte con /t/ y /d/ el ser coronal (articulado con la parte anterior de la lengua). Así, los rasgos permiten caracterizar un fonema internamente y relacionarlo con otros haciendo evidentes sus semejanzas y diferencias.

Los rasgos, además, son las unidades con las que operan las reglas fonológicas en la realización de los sonidos del habla. Por ejemplo, de acuerdo con la regla (1’), el fonema /b/ se realiza con el rasgo continuo en lugar de con el rasgo no continuo, y de acuerdo con la regla (3’), el fonema /n/ se realiza con el rasgo labial o dorsal (pronunciado con la parte posterior de la lengua) dependiendo de su contexto de pronunciación.

Por último, los rasgos nos permiten ver las maneras como aprovechamos el sonido en las lenguas para crear nuestros signos. En efecto, físicamente, el sonido tiene cuatro propiedades: timbre, tonalidad, sonoridad y duración. El timbre es lo que distingue un sonido de violín de uno de trompeta, por ejemplo, o una campana, de una bocina de carro. La tonalidad diferencia sonidos agudos de graves y la sonoridad, los sonidos fuertes de los de poca intensidad. Finalmente, la duración de un sonido es el lapso que toma su ejecución desde que se inicia hasta que termina. Las lenguas pueden utilizar rasgos de timbre, de tonalidad, de sonoridad y de duración para distinguir sus signos. Por ejemplo, los fonemas del cuadro anterior presentan timbres diferentes causados por la distinta forma en que se articulan. Algunas lenguas utilizan diferencias tonales para construir signos diferentes: el chino, por ejemplo, distingue palabras de timbre idéntico solo por su pronunciación más grave o más aguda. De manera similar, palabras de timbre idéntico pueden distinguirse porque uno de sus elementos se pronuncia con mayor sonoridad o duración que otro. Esto se ilustra a continuación:

§ Timbre: Español: cama – cana – caña
§ Tono: Chino: má ‘madre’ – mà ‘cáñamo’ – mâ ‘resondrar’
§ Sonoridad: Inglés: récord ‘disco’ – recórd ‘grabar’
§ Duración Finés: tuli ‘fuego’ – tuuli ‘viento’; Italiano: nono ‘noveno’ – nonno ‘abuelo’

Podemos resumir esta breve exposición sobre el objeto de estudio de la Fonética y la Fonología, diciendo que esta estudia la organización de los diferentes sistemas fonológicos de las lenguas: qué fonemas conforman su inventario, qué posibilidades combinatorias muestran, qué reglas de pronunciación gobiernan su realización como sonidos del habla y qué rasgos funcionan en la lengua. La Fonética, por su parte, estudia la producción, naturaleza acústica y audición de los sonidos del habla independientemente de su pertenencia a un sistema lingüístico o a otro, pero tomando en cuenta que no son sino la realización de un sistema fonológico subyacente.

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