sábado, 8 de septiembre de 2007

Reparación de culturas



Yorka Gamarra Boluarte*
yorkagamarra@yahoo.es

A tres años de la publicación de las conclusiones de la Comisión de la Verdad y Reconciliación queremos hacer un apunte para contribuir a la construcción de un proceso de paz incluyente.


Nos parece pertinente hacer notar que para la elaboración de una completa reparación a las víctimas de la violencia de los años del terrorismo, todavía nos falta considerar el aspecto cultural a la hora de la identificación de las mismas y la consiguiente ampliación en los criterios para la determinación de los beneficiarios de las reparaciones.



La Comisión de la Verdad y Reconciliación llega a la siguiente conclusión: "conjuntamente con las brechas socioeconómicas, el proceso de violencia puso de manifiesto la gravedad de las desigualdades de índole étnico-cultural que aún prevalecen en el país..." Y además que "...del análisis de los testimonios recibidos resulta que el 75 por ciento de las víctimas fatales del conflicto armado interno tenían el quechua u otras lenguas nativas como idioma materno".


La Ley 28592 que crea el Plan Integral de Reparaciones (PIR) determina a los beneficiarios individuales y colectivos, comprendiendo en estos últimos de la siguiente manera:


Son beneficiarios colectivos las comunidades campesinas, nativas y otros centros poblados afectados por la violencia, que presenten determinadas características como: concentración de violaciones individuales, arrasamiento, desplazamiento forzoso, quiebre o resquebrajamiento de la institucionalidad comunal, pérdida de la infraestructura familiar y/o pérdida de la infraestructura comunal.


Si la violencia ha puesto de manifiesto la gravedad de las desigualdades de índole étnico-cultural, ¿no será justo y necesario considerar a las poblaciones quechuas, aimaras, asháninkas y otras poblaciones "nativas" u originarias, como víctimas y beneficiarios colectivos de la violencia?


Partir del reconocimiento de nuestra condición de país multicultural y multilingüe y reconocer la exclusión estructural de las poblaciones originarias, que ha configurado nuestra vida política y social, ampliar el criterio territorial-geográfico en la identificación de víctimas poniendo acento en la dimensión cultural, nos abriría las condiciones para pensar en mecanismos de reparación a las culturas.


Estas tendrían que ir dirigidas a reparar el tejido sociocultural de las comunidades que se vio violentado por el accionar de los grupos subversivos y por la respuesta del Estado, rescatar las culturas del menosprecio del que han sido víctimas por parte de los grupos alzados en armas y también de la respuesta del Estado, el reconocimiento de su existencia, el respeto efectivo por el uso de su idioma ante cualquier autoridad, incluido el Congreso de la República, la enseñanza de la historia de estas poblaciones en los centros educativos del país, así como de sus códigos.


Estas reparaciones involucrarían también esfuerzos concretos en los terrenos educativos y comunicacionales que dignifiquen y promuevan todas las expresiones culturales, así podríamos contribuir a generar un poderoso instrumento de reconciliación y construcción de una paz duradera.


*Abogada y comunicadora social

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